Hacía mucho tiempo que quería probar el intercambio de pareja, pero mi novia siempre se negaba: decía que eso de follar con otra pareja le daba mucho corte, que se agobiaría y que, al final, se le acabaría cortando el rollo. Yo insistía un rato y al final me daba por vencido: total, nunca llegaba a nada. Pero el mes pasado me hizo el mejor regalo de cumpleaños que podía hacerme: había reservado en un local de intercambio de parejas y, obviamente, echamos un polvete para celebrarlo.

Cuando llegó el día debo admitir que los dos estábamos bastante nerviosos: nos duchamos, nos arreglamos y nos dirigimos hacia allí entre risas cómplices. Al llegar debo reconocer que me llevé una impresión bastante mejor de lo que me había imaginado pero, aun así, cada vez me apetecía menos estar allí. Me di cuenta de que no quería que un desconocido se follara a mi chica.

Aun así ella parecía estar bastante interesada y, después de haberle dado tanto el coñazo con el tema, me supo mal decirle que quería irme. Charlamos con dos o tres parejas que no nos dijeron ni fu ni fa: demasiado mayores, demasiado sosos, demasiado raros… Ninguna acababa de gustarnos.

Al final conocimos a una pareja que nos llamó la atención: iban vestidos bastante casual, aparentaban nuestra edad y, de hecho, parecían tan perdidos como nosotros. Nos acercamos y les preguntamos si también era su primera vez, y nos dijeron que sí, pero en ese local: ya habían tenido otras experiencias antes. Estuvimos hablando un rato y todo parecía ir bastante bien, hasta que caí en la cuenta de que, si todo seguía así, ese tío estaría dándole al tema con mi novia en un rato. Aunque, claro, yo estaría haciendo lo propio con la suya…

Bueno, sea como sea, decidí dejarme llevar: al fin y al cabo, podía irme en cualquier momento. Nos propusieron ir a una de las habitaciones privadas y noté que, para mi sorpresa, se me estaba poniendo dura. Al llegar, la chica cogió a mi novia de la mano, la guio hasta la cama y tanteó la posibilidad de besarla, a lo que ella no se negó; se sentaron en el borde, besándose, hasta que ella me hizo un gesto con la mano para que me uniera.

No me lo pensé demasiado y me puse entre las dos, acariciándoles las tetas y besándolas alternativamente. El otro tío se había sentado en una butaca y nos miraba mientras se acariciaba la polla distraídamente; de entrada me cortó un poco el rollo, pero luego empezó a darme bastante morbo y, además, la tentación de tener a dos chicas para mí solo fue mucho más grande que el pudor.

Nos dejamos llevar y perdí la noción del tiempo: no sé cuántas horas pasamos allí, pero cuando nos marchamos ya casi salía el sol. Así que, aunque al principio no me hacía nada de gracia, ahora puedo decir que mi primera vez en un local de swingers fue para recordarla…

comentarios (3)

  • Me pregunto cómo te calentaste más si escribiendo esto, si siendo observado por otro tío 8esto está rarito) o follando a dos tías

  • la verdad es que al leerlo se me puso dura a mí también y ya quiero probar pero no siempre hay esa suerte

  • las parejas eran demasiado sosos o demasiado raros, ¿y ustedes? , me da risa, ¿cómo vais a escoger si ni de coña eran atrevidos? y aunque digas que te fue fenomenal, no cuentas qué papel jugó el tío contigo, en esos intercambios de 4, (que no de dos y dos) pasan muuuuuuchas cosas jeee jee

comentarios (3)

No publicaremos tu correo electrónico