Un problema que suele verse mucho actualmente es la difusión de los secretos de la infancia por hermanos, primos y amigos, ante los nuevos conocidos en la adultez.

No sé si es una manera de ganarse la simpatía del auditorio que escucha, pero no es nada gracioso escuchar a tu hermana que cuente cómo te quemaste el pelo con unas tenazas cuando eras más joven e inexperta en arreglos personales o cuando te achicharraste en la playa porque quedaste dormida bajo el sol un verano.

Lo primero que dan deseos es de desmentir, otras veces es de llorar, o de gritar, y la mayor parte  de las veces, actuar con represalias y contar lo que también conoces de quien te ataca ante tus nuevas amistades. De lo que sí estamos seguros es que no le vamos a perdonar que nos haya hecho hacer el ridículo delante de otros, porque es lo que pensamos.

Como es posible que te hayas visto en semejante situación, lo mejor es tener calma, tragarte el disgusto y disimular que la cosa no es para tanto, o que tú no le das ninguna importancia. Es el mejor consejo, si te ven que te molestas, serás después motivo de  cotilleo y de risas cuando se hayan separado todos, piensa para que puedas comprobar que tengo razón, pues el mal ya está hecho, réstale importancia y saldrás ganando.

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