Al ser llevado a Europa, nadie lo quería comer, pues el tomate en sus inicios era considerado venenoso y muy dañino. Hasta que alguien lo probó y desde entonces se quedó para siempre en la preferencia.

Sus frutos son sumamente dañinos, pues quienes los comen se vuelven locos, se lee en el Manual completo de Jardinería y Horticultura editado en Dinamarca, en 1774. Era considerada una planta muy terrible con propiedades venenosas para el ser humano.

Llevado a Europa por los colonizadores hispanos, fue cultivado en tiestos y jardines para adornar glorietas y terrazas, antes de ser aceptado como alimento.

En Rusia se le llamaba baya perruna, fruto del pecado o baya rabiosa. No se conoce el nombre del primero en atreverse a probarlo, pero de seguro muchos lo consideraron un héroe al no dudar en arriesgar su vida.

Originalmente crecía silvestre, de lo cual dan fe numerosos documentos. La planta considerada venenosa, daba frutos del tamaño de la cereza, hasta que los agricultores hicieron selecciones que dieron lugar a otros más grandes y apetitosos. En el siglo XVI, los españoles, lo rebautizaron, adoptando el nombre azteca tomatl, que devino tomate.

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