En los varones, los mitos marcan la sexualidad también. Todavía no pueden desprenderse de algunas asignaciones culturales. Las tendencias al machismo se van heredando de generación en generación.
Los padres van preparando al varón para la competitividad y el éxito, para el espacio público. En la esfera sexual se le presiona para que se inicie en el sexo. Si no lo hace es toda una alarma en la familia.
Se le inculca el sexo y el placer, alejados del amor, y se encamina a estos sin estar preparados siquiera. Debe tener una agresividad erótica, debe ser quien tome la iniciativa, la proporción y haga todo en las relaciones sexuales.
No se le permite expresar sentimientos, no está bien ver a un hombre lloriqueando o quejándose. Esta negación repercute en su salud y en su sexualidad. Por estar siempre dispuesto a cualquier acto sexual lo pone en situaciones difíciles en cuanto a su sexualidad y situaciones de riesgos.
La voz principal en el sexo soy yo, de lo contrario no soy un hombre verdadero.
Para disfrutar no hace falta que la mujer me guste.
De niño me enseñaron que todas las mujeres son bonitas y no se les niega el sexo.
No puedo quedar mal, eso va con mi hombría.
Con las mujeres siempre tengo que cumplir, aunque no me guste.