Si tu niño es de aquellos que sobresale, déjalo y proporciónale el paso libre a la expresividad. Todavía hay adultos que se empeñan en coartar esa natural vehemencia infantil.

Lo más hermoso que tienen los niños es la franqueza, ese modo espontáneo de decir y de hacer sin cortapisas. Son seres muy activos y esa actividad es sinónimo de salud. Dejarlos expresarse libremente en el juego y fiestas infantiles les hace ser más sociales e independientes.

El menor ocioso, apático, que no juega y se muestra indiferente tiende a sentirse empequeñecido. Se manifiesta disminuido para el juego, el estudio, la innata curiosidad infantil y la sana alegría. Esto sí es preocupante.

Al niño no debe implantársele un sello distintivo, sino alentar y promover el desarrollo de sus propias cualidades, a la medida que van despuntando y diferenciándose de otros niños. Emociona ver a pequeños cantar, bailar y hasta hablar en público sin ningún tipo de inhibiciones.

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